Recuerdo que cuando tenía 12 años, Blanca Montoya profesora de lengua y literatura, nos pidió una redacción para el día de la Paz. Redacciones que se leerían en alto en la sala de usos múltiples para celebrar ese día.
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Mi rincón en Cusco |
El fin de semana me senté en la mesa camilla del cuarto de estar de mi casa para escribirla, mientras mi padre trabaja cerca. Le pregunté acerca de qué podía escribir y creo que fue la primera conversación mínimamente madura que tuve con él.
Por aquel entonces acababa de leer el diario de Ana Frank, un libro que desde mis ojos de niña me impactó mucho, e hice muchas preguntas acerca de los campos de concentración, las barbaries que se cometieron en la Segunda Guerra mundial por los nazis y demás injusticias que en aquellos tiempos llegaban a quitarme el sueño.
En nuestra conversación, mi padre dijo en un momento que nacer es una lotería. Y hoy en uno de los momento más duros que he pasado aquí, esa frase que de vez en cuando ronda por mi cabeza, apareció nuevamente mientras mis ojos que ya no aguantaban más, se llenaron de lágrimas, unas lágrimas desconocidas.
Os decía en alguna de mis entradas, que al quedarme aquí tanto tiempo poco a poco me dan más responsabilidades. Confían más en mi y me dejan participar en muchas más cosas y es entonces cuando te das cuenta de que estás metida en el proyecto hasta las cejas.
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Kevin y Franklin |
La semana pasada se abrió el plazo de inscripción para el curso siguiente. Como en poco tiempo han llegado muchos niños decidimos actualizar la rudimentaria base de datos y hacer un poco de trabajo de campo. Para ello además de visitar las casas de las familias que viven en el asentamiento, hacemos entrevistas a las madres e intentamos ver las necesidades que tienen, dejarles que nos cuenten y contarles nosotros también como afrontaremos el curso que viene. También los padres están invitados, por supuesto, pero no viene ni uno. Por un lado mejor, porque si me encuentro delante a más de uno no sé cómo reaccionaría.
Esta mañana se acercó la madre del niño por el que fui a preguntar hace unas semanas a su colegio. Tiene 30 años, 5 hijos desatendidos y un grandísimo mamón en casa. El mayor, Pablo, del que os he hablado, 8 años. De ahí en adelante los otros 4. Él mamón no tiene trabajo, solo toma en la calle bebiéndose el poco dinero familiar del que disponen. Ella, 5 años más que yo, se quedó sin trabajo hace quince días. Pablo, no ha ido a clase más de un mes en todo el año, por lo que por segunda vez pierde el año escolar. No sabe leer, ni escribir y ya ni tiene ganas de aprender. María 7, por suerte más centrada en sus estudios, pero con pocas posibilidades en su vida. Jaime, 5 años. Con él trabajo a diario, un encanto, todo mimos. Aun no se da cuenta de que no le tocó la lotería. Anita, 3, increíble. Hace puzles como nadie, sonríe continuamente, tienen un potencial alucinante y unas ganas de aprender envidiables. Tampoco lo sabe. Al bebé no le conozco. Pero creo que tampoco podría.
La persona que hizo la entrevista conmigo, después de ver la gravedad de una situación de la que ya habíamos advertido hacía un tiempo, expuso a la madre que así no puede seguir. Que si en 15 días no encuentra un trabajo habría que poner el caso en manos de la fiscalía y que de esa manera los niños irían a parar a una especie de centro de acogida. No os podéis imaginar el llanto de la madre. Yo aguantaba, preguntaba, planteé soluciones. Ella me agarraba de la mano, me miraba alos ojos, buscaba comprenssión, no dejaba de decir que no sabía como hacer. Yo seguía aguantando. Quedamos en que mañana a las 10 viene con el mamón para tomar una decisión y plantearle la situación. A partir de ahí, veremos si inscribimos a Anita y sus hermanos o si tienen que encargarse otras personas. Aguantaré las ganas de matarle.
Ella se fue. Hundida. Consumida. Y en el momento que se cerró la puerta me derrumbé.
Lloro mucho, muchísimo, pero esta vez mis lágrimas eran desconocidas.
Nacer es una lotería, una verdadera lotería y no podemos dejar de dar las gracias.