lunes, 22 de noviembre de 2010

Ya soy cusqueña!

Escribí por última vez hace dos semanas y tras recibir múltiples quejas y llamadas de atención, debo una explicación. Es el tiempo que me llevó convertirme en una verdadera peruana. Ahora vivo en el centro de Cusco, conocido barrio de San Blas, cualquier imagen en Google os encatará.
Un lugar increíble donde van a parar todas las almas libres de Perú. Acá todo el mundo es amigo, el buen rollo se respira en cada esquina y ahora sí que siento que estoy viviendo el verdadero Cusco.
Sigo subiendo al proyecto mañanas y tardes, pero ahora cuando llego de Huchuy Yachaq ya no me quedo en casa, sino que disfruto de todo lo que la gente de aquí me aporta a diario. Que es una barbaridad. Tanta gente diferente… Estoy aprendiendo más que en toda mi vida y me ayuda a desconectar de todo lo que a diario vivo en el proyecto que no deja de ser muy duro. De manera que encontré una vía de escape que me llena al 100%. Se puede decir que aquí ya lo tengo todo. Y que el resto de tiempo que me queda aquisito tengo que disfrutarlo sin despistarme ni un segundo. 
El viernes me encontré con Yoyi y Laura en Arequipa para visitar el Cañón del Colca. Fue una sensación extrañísima verlas aquí. Compartir todo esto con ellas es lo que más me apetece del mundo.  Estamos preparando charlas de planificación familiar, protocolos para seguir en caso de violaciones, abusos, charlas de sexualidad… todo lo que podamos en los pocos días que estén aquí. La Dra. Cordeiro vino cargada de instrumentos, medicinas e información que intentaremos repartir lo mejor que podamos. Cómo me apetece llevar a cabo todas estas cosas con ellas.
Además quiero que vean mi día a día, que lo disfruten, que aprovechen todo lo que este país les puede aportar. Que espero que sea tanto como a mí. 

Con mis niños todo igual. Más implicada, más contenta, enamorada de ellos. Me esperan cada día en la cuesta del proyecto sonriendo de oreja a oreja. Subimos de la mano y pasamos el día juntos.  De verdad que no se cómo voy a irme de aquí. ¿Cómo voy a ser capaz de dejarlos aquí? Muchas veces me planteo hasta qué punto tengo derecho de meterme en sus vidas de esta manera y después dejarles aquí.  Están tan preocupados por cuándo me voy, cúanto tiempo me queda… Va a ser muy difícil.  Aprovecharé la fiesta de Navidad y los regalos para despedirme sigilosamente. Dejarles sonriendo con sus regalos y marcharme. Hasta ese momento, 19 de diciembre, se lo daré todo.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Nacer es una lotería


Recuerdo que cuando tenía 12 años, Blanca Montoya profesora de lengua y literatura, nos pidió una redacción para el día de la Paz. Redacciones que se leerían en alto en la sala de usos múltiples para celebrar ese día.

Mi rincón en Cusco

El fin de semana me senté en la mesa camilla del cuarto de estar de mi casa para escribirla,  mientras mi padre trabaja cerca. Le pregunté acerca de qué podía escribir y creo que fue la primera conversación mínimamente madura que tuve con él. 

Por aquel entonces acababa de leer el diario de Ana Frank, un libro que desde mis ojos de niña me impactó mucho, e hice muchas preguntas acerca de los campos de concentración, las barbaries que se cometieron en la Segunda Guerra mundial por los nazis y demás injusticias que en aquellos tiempos llegaban a quitarme el sueño. 

En nuestra conversación, mi padre dijo en un momento que nacer es una lotería. Y hoy en uno de los momento más duros que he pasado aquí, esa frase que de vez en cuando ronda por mi cabeza, apareció nuevamente mientras mis ojos que ya no aguantaban más, se llenaron de lágrimas, unas lágrimas desconocidas. 

Os decía en alguna de mis entradas, que al quedarme aquí tanto tiempo poco a poco me dan más responsabilidades. Confían más en mi y me dejan participar en muchas más cosas y es entonces cuando te das cuenta de que estás metida en el proyecto hasta las cejas. 

Kevin y Franklin
La semana pasada se abrió el plazo de inscripción para el curso siguiente. Como en poco tiempo han llegado muchos niños decidimos actualizar la rudimentaria base de datos y hacer un poco de trabajo de campo. Para ello además de visitar las casas de las familias que viven en el asentamiento, hacemos entrevistas a las madres e intentamos ver las necesidades que tienen, dejarles que nos cuenten y contarles nosotros también como afrontaremos el curso que viene. También los padres están invitados, por supuesto, pero no viene ni uno. Por un lado mejor, porque si me encuentro delante a más de uno no sé cómo reaccionaría.

Esta mañana se acercó la madre del niño por el que fui a preguntar hace unas semanas a su colegio. Tiene 30 años, 5 hijos desatendidos y un grandísimo mamón en casa. El mayor, Pablo,  del que os he hablado, 8 años. De ahí en adelante los otros 4. Él mamón  no tiene trabajo, solo toma en la calle bebiéndose el poco dinero familiar del que disponen. Ella, 5 años más que yo, se quedó sin trabajo hace quince días. Pablo, no ha ido a clase más de un mes en todo el año, por lo que por segunda vez pierde el año escolar. No sabe leer, ni escribir y ya ni tiene ganas de aprender. María 7, por suerte más centrada en sus estudios, pero con pocas posibilidades en su vida. Jaime, 5 años. Con él  trabajo a diario, un encanto, todo mimos. Aun no se da cuenta de que no le tocó la lotería. Anita, 3, increíble. Hace puzles como nadie, sonríe continuamente, tienen un potencial alucinante y unas ganas de aprender envidiables. Tampoco lo sabe. Al bebé no le conozco. Pero creo que tampoco podría.

La persona que hizo la entrevista conmigo, después de ver la gravedad de una situación de la que ya habíamos advertido hacía un tiempo,  expuso a la madre que así no puede seguir. Que si en 15 días no encuentra un trabajo habría que poner el caso en manos de la fiscalía y que de esa manera los niños irían a parar a una especie de centro de acogida. No os podéis imaginar el llanto de la madre. Yo aguantaba, preguntaba, planteé soluciones. Ella me agarraba de la mano, me miraba alos ojos, buscaba comprenssión, no dejaba de decir que no sabía como hacer. Yo seguía aguantando. Quedamos en que mañana a las 10 viene con el mamón para tomar una decisión y plantearle la situación. A partir de ahí, veremos si inscribimos a Anita y sus hermanos o si tienen que encargarse otras personas. Aguantaré las ganas de matarle.
Ella se fue. Hundida. Consumida. Y en el momento que se cerró la puerta me derrumbé. 

Lloro mucho, muchísimo, pero esta vez mis lágrimas eran desconocidas.

Nacer es una lotería, una verdadera lotería y no podemos dejar de dar las gracias.  

martes, 2 de noviembre de 2010

Pan Wawa

El primero de noviembre de cada año, en todo el territorio peruano se revive una costumbre ancestral: las ofrendas a los muertos. Las familias van a los cementerios, les llevan música, bebida y comida, y pasan un día entero con su finadito tratándolo como si estuviera vivo. Comen, beben y bailan juntos. Es día de llevar alegría a los que ya no están.

Dentro de esta tradicional costumbre se destaca el Pan Wawa (Niño de Pan) que es una de las ofrendas más dulces que se le puede hacer al difunto, sobre todo si es un niño o una niña. El Pan Wawa es un pan dulce y delicioso. Le dan la forma de muñeca (para las niñas) o caballo (para los niños) y le agregan dulces. Lo hacen en varios tamaños, incluso con caretas de yeso. Cuando un niño o niña muere, siendo la prenda más querida de una familia, el dolor es inmenso, muere el futuro, muere las esperanzas de la familia. Y, cuando llega el mes de noviembre los padres le llevan sus juguetes, su ropita, los potajes que más le gustaba y entre ellos el pan wawa que es una delicia para el paladar.
Así surge esta costumbre, aunque no se sabe cuando surgió en su versión actual. Pero ahora, el Pan Wawa se da a todos los niños el primero de noviembre. Y claro, los nuestro no iban a ser menos. Así que el jueves manos a la obra. Estuve metida en un horno de 11 de la mañana a 6 de la tarde. ¡¡¡Hicimos unos 200 panes!!! Primero mezclando harina, huevos, azúcar, vainilla,  leche y levadura. Después, por turnos se acercaban los niños de la mañana y amasaban un rato. Qué riquiños. Se llenaban de harina de pies a cabeza, encantados, a la espera del día siguiente cuando por fin se llevarían el ansiado pan debajo del brazo.
Después de comer en la misma mesa del horno un poco de pan con palta (aguacate) y sal, seguimos con el trabajo. Más de lo mismo. Amasa que te amasa, los brazos se nos dormían,  y la masa parecía que nunca se llevaba el aprobado del maestro panadero y de su hijo, “Coqueto”. Personajillo de la segunda foto.
Tras amasar, dar forma. 120 pan caballo y otros tantos pan wawa. Qué barbaridad. Qué calor. Pero fue muy divertido. Las madres del asentamiento se pasaban y ayudaban un rato. Los niños también. Contaban historias, un poco de sus vidas… Durante un rato el horno me recordó al marujeo de “Cari”. Y yo en el medio, claro que sí. No vaya a ser que me pierda algo. Me preguntaron que como se celebraba el día de los difuntos en España. Le hablé de los huesitos de santo y les conté la conocida historia de mi abuelo cuando era niño. No me voy a poner a contar la historia ahora, aunque merece la pena, asi que os invito el año que viene a mi casa a comer el primero de noviembre. Mi padre cuenta la historia y yo os hago unos pan wawa para chuparse los dedos. Otra opción es ir a bailar al cementerio, pero eso ya me parece un exceso. Se lo dejamos a los peruchitos.
Al día siguiente, con los panes metidos en varias cestas, llega la ceremonia. A la hora del “lonche”, bautizamos un Pan Wawa gigante. Normalmente sube un cura y todo. En esta ocasión, Luz, una chica de 19 años que trabaja en el proyecto todas las tardes,  hizo los honores. Las voluntarias fuimos las madrinas de la pobre criatura. Tras el acto, ¡¡a comer!!.



Un chocolatito caliente y un pan wawa por barba, recibido con la más amplia de las sonrisas. Si no lo veis no os lo creéis. Cuánto poder puede tener un pan. Para que os hagáis una idea, podría compararlo con la cabalgata de Reyes. ¡Es esa cara! El momento de abrir la puerta del cuarto de estar y ver todos esos regalos que nos han traído los Reyes Magos de Oriente.